Alimentación consciente.
El hecho de prestar atención a nuestra relación con los alimentos es de suma importancia para nuestra salud. Observar nuestro cuerpo y escuchar la actividad de nuestra mente en relación con los alimentos puede ayudarnos a realizar importantes cambios en nuestra dieta y a mantenerlos después. Si nuestra práctica de la meditación es intensa, nos pondremos en contacto con mayor naturalidad con nuestros alimentos y la forma en que nos afectan. Por supuesto, seremos más capaces de identificar nuestros deseos de comer y muchas veces sabremos que simplemente son ideas y sensaciones que debemos dejar ir en lugar de actuar para satisfacerlos.
Cuando llevamos puesto el piloto automático, solemos actuar –comer en este caso- en primer lugar y, luego, al reflexionar sobre lo que hemos hecho, nos damos cuenta de que, en realidad, no queríamos hacerlo. Si nos acostumbramos a prestar atención a cuándo comemos, qué comemos, qué sabor tiene, de dónde viene, qué contiene y cómo nos sentimos después de comerlo, nos será más fácil introducir cambios en nuestra alimentación.
Pautas para una alimentación consciente.
A continuación indico algunas ideas y sugerencias para aplicar la práctica de Mindfulness a todo lo relacionado con la alimentación:
- Comencemos por prestar atención a este terreno de nuestra vida igual que lo hemos hecho con nuestro cuerpo y con nuestra mente.
- Intentemos realizar una comida con atención plena y en silencio a la semana. Hagamos que nuestros movimientos sean lo suficientemente lentos como para poder observar meticulosamente todo el proceso. Por supuesto, deberemos tener desconectado el teléfono mientras comemos con conciencia plena.
- Observemos los colores y texturas de la comida. Pensemos de dónde procede y cómo fue cultivada o producida. ¿Es sintética?, ¿se trata de un producto industrial?, ¿se le ha añadido algo?, ¿conocemos cuáles han sido los esfuerzos realizados por diferentes personas para que nosotros podamos consumir este alimento?, ¿podemos identificar la participación de elementos naturales, como la luz del Sol y la lluvia, en el sabor de las verduras, frutas y cereales?
- Preguntémonos antes de comer si queremos introducir ese alimento en nuestro cuerpo. ¿Qué cantidad de él queremos que pase al estómago? Escuchemos a nuestro cuerpo mientras comemos. ¿Podemos darnos cuenta de cuando dice “ya basta”?, ¿Qué hacemos entonces?, ¿Qué ideas surgen en nuestra mente?
- Fijémonos en cómo se siente nuestro cuerpo en las horas posteriores a haber comido. ¿Se siente pesado o liviano?, ¿nos sentimos cansados o con bastante energía?, ¿somos capaces de relacionar estos síntomas con alimentos en concreto o con combinaciones de alimentos a los que podemos ser sensibles?
- Cuando vayamos de compras, leamos las etiquetas de alimentos como el pan, los cereales y los congelados. ¿Qué contienen?, ¿tienen un contenido elevado en grasas?, ¿se les ha añadido sal o azúcar?, ¿Cuáles son los primeros ingredientes que aparecen en la lista? Legalmente, deben aparecer en orden decreciente en función de su cantidad, de forma que el primer ingrediente sea el más abundante, y así sucesivamente.
- Démonos cuenta de nuestros antojos. Preguntémonos de dónde proceden. ¿Qué es lo que de verdad queremos?, ¿somos capaces de comer sólo un poco?, ¿somos adictos a ese tipo de comida?, ¿podemos no comer ese antojo en esta ocasión y contemplar nuestro deseo como consecuencia de un pensamiento o una sensación?, ¿somos capaces en ese momento de pensar en algo más sano y satisfactorio que podamos comer?
- Al preparar una comida, ¿lo hacemos con atención plena? Intentemos meditar mientras pelamos las patatas o cortamos las zanahorias. Tratemos de tener conciencia de nuestra respiración y de todo nuestro cuerpo mientras pelamos verduras. ¿Qué cambios detectamos al hacer las cosas de esta manera?
- Echemos una ojeada a nuestras recetas preferidas. ¿Qué ingredientes requieren?, ¿Cuánta crema, mantequilla, huevos, manteca de cerdo, azúcar y sal llevan? Busquemos alternativas si llegamos a la conclusión de que no queremos utilizar estos ingredientes. Existen muchas recetas deliciosas que tienen contenidos bajos en grasas, colesterol y azúcar. Algunas de ellas emplean yogur desnatado en lugar de crema, aceite de oliva en lugar de mantequilla o manteca de cerdo, y zumos de fruta para edulcorar.
Dejamos con esta entrada el tema de la alimentación y en el próximo escrito trataremos cómo debemos trabajar los pensamientos para no dañarnos emocionalmente.
Gracias por vuestra atención. Espero poder ayudaros con estos escritos a vivir con más dignidad y paz. También podéis encontrarnos en Jaén, nuestro equipo de Psicólogos en Jaén y yo, estaremos encantados de atenderle.