Negatividad
Hay una parábola del budismo que narra la historia de dos monjes que volvían a su monasterio después de una peregrinación. En un momento dado deben cruzar un río que estaba desbordado y el agua llegaba a la cintura. En la orilla se encuentran con una joven que también necesita cruzar, pero que no se atrevía. Uno de los monjes, el más joven, se ofrece a coger a la mujer a hombros y cruzarla hasta la otra orilla. Al pasar, la mujer se deshace en agradecimientos y se despiden, y los monjes siguen su camino. Al cabo de varias horas de caminata, el monje más joven percibe un cierto rechazo de su compañero, que se mantenía en un tenso silencio desde el paso del río. Cuando le pregunta si había algún problema, el mayor le dice:
- ¿Te parece bien lo que has hecho? Tenemos un voto de castidad que nos prohíbe tocar a las mujeres, y tú, no solo la has tocado, sino que la has cargado en tus hombros para cruzar el río. ¿Y ahora me preguntas qué me pasa? Me avergüenzo de ti.
El más joven, dándose cuenta de las tribulaciones de su compañero, le replica:
- Es verdad, yo he cargado con la mujer desde una orilla hasta la otra, pero la he dejado allí. Tú, sin embargo, llevas cargando con la mujer desde el río hasta aquí. Varias horas.
Esta historia nos puede dar qué pensar sobre qué agravios llevamos cargando durante semanas o meses, cosas pasadas que hicimos o dijimos que son como una carga emocional. Quizás creemos que tenemos razón y, por eso, queremos seguir cargando con el agravio. Tal vez lo guardamos para que la persona que ha provocado el agravio sea, en algún momento, capaz de reconocer que lo ha hecho y recibamos algún tipo de desagravio por su parte, o tal vez estamos avergonzados y cargamos la culpa como si fuera un castigo cuyo sufrimiento nos exime. Lo importante es que seguimos sufriendo por una acción pasada.
Cómo librarse de la negatividad
Reconocer el efecto de las acciones pasadas es el propósito de este escrito, somos los herederos de nuestros actos pasados. Esto es complejo y muchas veces estas ideas se confunden con el fatalismo o el determinismo pero no son ni una cosa ni la otra.
Podemos considerar que todo acto tiene efecto y que ese efecto nos incluye de alguna forma. Por ello, ser feliz no es el resultado de la suerte, sino de realizar actos que crean condiciones de felicidad. Cuando hemos participado en actos que han creado sufrimiento para uno mismo o para los otros, perdonar nos permite liberarnos de esa negatividad y recuperar el equilibrio mental, que es condición para la felicidad.
Ver las acciones y su resultado de forma impersonal es una de las grandes aportaciones de la filosofía budista. Cuando nos tomamos las cosas de forma personal, nos atribuimos una importancia excesiva para lo bueno y lo malo. Podemos creernos que somos los responsables del fracaso del proyecto ignorando los factores ambientales. En esta óptica somos víctima de la ignorancia, ya que no entendemos el funcionamiento de la vida.
Cuando comenzamos a ver la realidad como una relación dinámica entre causas y consecuencias, vemos que esto produce aquello. Entonces apreciamos la realidad como es y empezamos a actuar de otra forma, liberándonos de la negatividad. En la parábola anterior, el monje mayor estaba enfadado con su compañero por su comportamiento, lo juzgaba y rumiaba al respecto. No se daba cuenta de que el acontecimiento no tenía trascendencia, sino que se mantenía vivo en su mente. El monje joven había dejado a la mujer en la orilla, y no le daba más importancia al tema, su motivación para ayudarla era la amabilidad y no la lujuria. Este hecho no tenía efecto negativo en el joven, pero sí en el mayor, ya que lo había condicionado para el resto del día.
Perdonar es una forma de liberar la mochila emocional de todos los agravios que hemos sufrido o cometido, que seguimos cargando en la mente sin querer y sin necesidad. Es una forma de descargar esa negatividad y recuperar la libertad para actuar sin condicionamientos previos.
Para mí el perdón es una manifestación de la bondad humana, esa bondad es la única cosa que tiene sentido en momentos de oscuridad, y que se manifiesta en el coraje de perdonar y en la humildad de pedir perdón. Es una demostración de dignidad humana y de valentía que traspasa la vulnerabilidad y siente el sufrimiento de los demás. Una vulnerabilidad que, contrariamente a lo que parece, nos hace más fuertes.
Con esta entrada hemos terminado este bloque dedicado al perdón, en el próximo bloque trataremos como el Mindfulness puede ayudar a gestionar la complejidad de la empresa.
Gracias por vuestra atención. Espero poder ayudaros con estos escritos a vivir con más dignidad y paz.
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