El sueño , ese gran presente.
De todas las cosas que hacemos con regularidad, el sueño tal vez sea una de las más extraordinarias y de las menos apreciadas. Una o dos veces al día, nos tumbamos sobre una cómoda superficie y “abandonamos” nuestros cuerpos durante varias horas seguidas. Es, además, un tiempo supremo. Nos sentimos muy vinculados al sueño y casi nunca consideramos la posibilidad de dedicar expresamente parte del tiempo de dormir a alcanzar otro tipo de objetivos. Incluso, a veces, podemos sentirnos amenazados si nos tocan el tiempo dedicado a “descansar en brazos de Morfeo”.
Sin embargo, e irónicamente, uno de los síntomas iniciales y más corrientes a través de los cuales percibimos que estamos alcanzando unos altos niveles de estrés es tener problemas con el sueño. O no podemos dormirnos porque nuestra mente no cesa de dar vueltas a las cosas, o nos despertamos en medio de la noche y no podemos volver a conciliar el sueño. Por lo general, damos vueltas y más vueltas y lo paradójico es que cuanto más intentamos dormir, más despiertos nos encontramos.
La verdad es que no podemos obligarnos a dormir. Se trata de uno de esos estados, como la relajación, ante el que uno debe dejarse llevar. Cuanto más intentamos dormir, más ansiosos y tensos nos sentimos, y también más despabilados.
Poder dormir constituye una señal de armonía en nuestra vida. Dormir lo suficiente es fundamental para disfrutar de una buena salud. Cuando nos vemos privados de sueño, nuestra forma de pensar, nuestro humor y nuestro comportamiento pueden volverse erráticos y poco fiables, nuestro cuerpo se cansa y nos hacemos más susceptibles a la enfermedad.
Nuestras pautas de sueño están íntimamente relacionadas con el mundo de la naturaleza. Seguimos el ciclo del planeta, y las pautas de nuestro sueño reflejan este hecho. Cuando se ven interrumpidas, nos lleva algún tiempo volver a ajustarlas, devolverlas a la normalidad.
El estrés que causa el sueño.
Si tenemos problemas de sueño, puede ser porque nuestro cuerpo intente comunicarnos algo sobre cómo estamos llevando nuestra vida. Al igual que con los demás síntomas transmitidos por nuestro cuerpo o nuestra mente, vale la pena escuchar ese mensaje. Por lo general, suele tratarse, únicamente, de un indicador de que atravesamos un periodo de estrés, por lo que en cuanto este finalice volveremos a dormir bien. A veces, el problema se asocia con la falta de ejercicio. Hacer ejercicio con regularidad, ya sea andar, nadar, practicar algún deporte o practicar yoga, puede ayudarnos a mejorar la calidad de nuestro sueño, como descubriremos si lo intentamos.
Cuando cuesta conciliar el sueño, lo mejor es levantarse y ocuparnos con algo diferente un rato; algo que nos guste, o algo que sepamos que, al hacerlo, nos sentiremos mejor. La segunda cosa que podemos hacer cuando tengamos problemas para dormir es meditar, empezar a observar nuestra mente y poder reconocer lo que es tan urgente y excitante como para no permitirme conciliar un sueño tranquilo. Hay veces que meditar durante media hora tranquiliza la mente y podemos volver a dormir, también puede ser un buen momento para hacer yoga.
Para controlar así la falta de sueño necesitamos reconocer y aceptar que ya estamos despiertos. No sirve de nada dramatizar sobre lo terrible que va a ser el día siguiente porque estamos cansados. Tampoco sirve de nada forzar el sueño, así que ¿por qué no dejamos que el futuro se ocupe de sí mismo, en especial si la realidad es que ya estamos despiertos? ¿Por qué no despertamos por completo?
Espero que os sea de utilidad este texto y el próximo versará sobre el estrés que nos causan las personas…
Gracias por vuestra atención. Espero poder ayudaros con estos escritos a vivir con más dignidad y paz.